top of page

MUJERES QUE, HAGAN LO QUE HAGAN, GANAN TODO

Si repasamos la hemeroteca del último lustro, nos encontramos con dos nombres propios dentro del deporte salmantino. Independientemente de la prueba o modalidad que practiquen en cada momento de su vida, los nombres de Ruth Gómez y Sonia Sánchez están presentes siempre en las secciones deportivas de los periódicos locales. Ellas, amantes del deporte por puro placer, han encontrado la gloria en las distintas —y numerosas— competiciones amateur que se han venido celebrando estos años en nuestra provincia. Nada se les resiste a estas dos mujeres, pues han ganado carreras populares sobre asfalto, carreras de montaña, trail, cross, btt, duatlón... y un sinfín de disciplinas.

Haber compartido vestuario con ellas es para mí todo un orgullo; sobre todo por lo que representan para su género, pues siempre es grato ver a dos madres, que rondan los cuarenta años, subirse semana tras semana a los cajones del podio. Ambas son un ejemplo para la juventud que viene, y su único secreto está en la disciplina de sus entrenamientos.

Su caso, salvando las distancias y el tiempo, me recuerda mucho al de Margot Moles Piña y Aurora Villa Olmedo, principales referentes del deporte español en los años treinta y pioneras de nuestro atletismo. Aquellas hembras, formadas deportivamente en el Instituto Escuela de Madrid, fueron capaces de competir al máximo nivel en cualquier especialidad: hockey, piragüismo, natación, balonmano, baloncesto, esquí, y, por supuesto, atletismo. Nada se les resistió, pues además se convirtieron en las primeras profesoras de Educación Física —asignatura llamada por entonces Juegos y Deportes—. En 1932 lo fue Aurora. Y un año después, lo hizo Margot para sustituir a su hermana Lucinda, a quien le concedieron una beca para ampliar sus conocimientos físico-deportivos en Estados Unidos.

A Margot y Aurora, por desgracia, no las pude entrevistar, pero cuando recreé su vidas para escribir El origen del deporte femenino en España, tuve la suerte de toparme con sus hijas y sus nietas. Ellas conservaban, cual oro en paño, todos los recuerdos de aquella época olvidada. A lo largo de las próximas líneas, seré yo quien os relate sus asombrosas historias deportivas.

Siguiendo la línea editorial de esta sección, comenzaré hablando del currículo atlético de las deportistas. Nuestros seguidores recordarán que Margot y Aurora, además de ser las primeras mujeres en vestir camisetas de tirantes, fueron las primeras en acudir a una pista de atletismo. Lo hicieron a finales de los años veinte, y, obviamente, consiguieron los primeros récords de España. Casi al mismo tiempo, la modalidad se expandió entre las mujeres de Cataluña, realizándose, en octubre de 1931, la disputa del I campeonato de España. Margot, en lanzamiento de disco, y Aurora, en lanzamiento de jabalina y salto de altura, inauguraron el historial en el embarrado campo de la Sociedad Atlética de Madrid. Se convirtieron, a pesar de la intensa lluvia de la jornada, en las primeras campeonas nacionales. Títulos que revalidaron un año después en Barcelona.

El escenario de esa segunda edición —estadio olímpico de Montjuich— fue inmejorable, pues la climatología ayudó mucho y la competición congregó a las mejores atletas del momento. Durante los días 8 y 9 de octubre de 1932, Aurora Villa, además de ganar las pruebas de altura, jabalina y 600 metros, batió los récords de España de las citadas pruebas. Lo hizo tras conseguir unas marcas que le hubieran permitido acudir a cualquier cita internacional. Igual situación ocurrió con Margot Moles, que venció en los lanzamientos de peso y disco con marcas superiores a las exigidas para los Juegos Olímpicos de Los Ángeles.

Por aquellas fechas, las jóvenes deportistas del Instituto Escuela competían con una tranquilidad pasmosa. Y fruto de esa experiencia, llegaron los resultados. En este ámbito —con decenas de plusmarcas nacionales—, hemos de destacar un hecho por encima de todos: el lanzamiento de martillo. El origen mundial de esta prueba salió de las propias atletas madrileñas, ya que, desde junio de 1931, Lucinda Moles, Aurora Villa y Margot Moles se convirtieron en las primeras mujeres en ostentar el récord del mundo de uno de los lanzamientos más duros y difíciles de todo el abanico atlético.

1933, sin embargo, fue uno de los años más negros del atletismo español, pues la Federación Nacional, con sede en Barcelona, sancionó a la Federación Castellana y la desautorizó para competir oficialmente en los campeonatos nacionales e internacionales. Aurora Villa, que ese año comenzó su carrera de Medicina y se centró en otros deportes, no tuvo oportunidad de competir. Quien sí lo hizo fue la pequeña de las hermanas Moles, aunque desgraciadamente su participación no tuvo validez. Unos meses después de la mencionada sanción, Margot acudió a Turín a los V Juegos Mundiales Universitarios. En ese evento, celebrado en septiembre, alcanzó uno de los momentos de mayor prestigio en su trayectoria deportiva. Margot Moles no solo mandó el disco más lejos que ninguna otra atleta —35,02 metros—, sino que lo elevó por encima del récord mundial universitario. Incomprensiblemente, la marca no pudo ser homologada por trámites burocráticos —la Federación Española dio orden a la Italiana para que los registros de los atletas castellanos no tuvieran validez— y Margot no pudo oficializar dicha victoria. No obstante, tras su brillante exhibición, fue objeto de numerosos y merecidos homenajes en su regreso a España.

Por suerte, el 20 de mayo de 1934 se le presentó otra oportunidad única. Margot, junto a Aurora, acudió a Lisboa para competir en una cita internacional representando a la Federación Universitaria Escolar. En la capital portuguesa, Margot, de veintitrés años, dio todo un recital atlético en las pistas del estadio Das Salesias. Moles lanzó el disco hasta los 35,84 metros, consiguiendo, de manera oficial, la mejor marca del periodo de entreguerras.

Con ese lanzamiento —la mejor posición de una española en el ranking mundial— hubiera sido aspirante en la lucha por las medallas olímpicas, tanto en Los Ángeles como en Berlín. Sin embargo, la falta de dinero en 1932 y la Guerra Civil en 1936 impidieron su participación en aquellos dos Juegos. Por suerte, y como veremos en el siguiente artículo, Margot consiguió participar en la prueba de esquí. Ella hubiera sido la primera y única atleta en estar presente en unos Juegos Olímpicos de Verano y de Invierno.

Aquel récord mundial universitario conseguido en Lisboa, estuvo acompañado de otro momento muy especial. Un mes antes, Margot había contraído matrimonio con Manuel Pina Picazo, el mejor esquiador del país. Aquella boda de campeones —cubierta gráficamente por La Vanguardia, AS, El Mundo Deportivo, Crónica y Estampa— tuvo una numerosa y selecta concurrencia, destacando los más conocidos deportistas españoles de uno y otro sexo.

Durante la Guerra Civil, al igual que durante toda su vida, Margot tuvo una posición política de izquierdas, por eso durante el conflicto se implicó en numerosas actividades del bando republicano. Compitió en mítines a favor de los obreros y formó parte del Consejo Nacional de Educación Física impulsado por el gobierno de la nación. Siguió dando clases de Juegos y Deportes, y creó un parvulario para niños victimas de la guerra. En cuanto al atletismo, Margot siguió compitiendo. En el verano de 1937 acudió a la Olimpiada Popular de Amberes, donde alcanzó la medalla de bronce —solo superada por las atletas rusas—. Y poco después, a principios de 1939, tuvo a su primera y única hija: Lucinda.

Sin embargo, ese no fue el motivo que puso fin a su carrera. Margot, por ideales políticos, quedó inhabilitada para la docencia y la competición deportiva tras la guerra. Aunque peor suerte corrió su marido, pues cuando acabó el conflicto bélico otro esquiador de su club —pretendiente de Margot en tiempos pasados— lo denunció falsamente alegando que había asesinado a un espía nacional. La acusación contra Manuel Pina —teniente del Batallón Alpino en la sierra madrileña— surgió efecto, por lo que fue juzgado y fusilado en enero de 1942.

Margot Moles destacó en todas las modalidades que practicó; sobre todo esquí y hockey. Ademas de ser atleta internacional, lo fue en los mencionados deportes. Erigiéndose así como la mejor representante española de todos los tiempos.

Margot nació en la localidad barcelonesa de Tarrasa —12 de octubre de 1910—, aunque su formación deportiva se llevo a cabo en Madrid. De ahí que al correr 1928, comenzara a esquiar en la sierra de Peñalara junto a su circulo académico del Instituto Escuela. Pronto comenzó a ganar carreras sociales, lo que provocó que saliera a entrenar con los deportistas más experimentados. Allí conoció al esquiador más importante del país, Manuel Pina, con el que comenzó una relación sentimental y a la vez deportiva, siendo ambos pareja de competición durante toda su vida.

A su vez, Manuel Pina y sus amigos peñalaros —incluida su amiga Aurora Villa— estaban comenzando a crear un club deportivo dedicado a la natación y los deportes acuáticos: el histórico Canoe Natación Club. Margot, que también participó de ese momento, se convirtió en socia pionera e integrante de la primera junta directiva de la entidad.

En 1929, además de encumbrarse como pionera del atletismo español, comenzó a jugar al baloncesto y al tenis, a la par que se inició en la natación, la conducción de motocicletas y el arte de la equitación. Margot era la deportista, en la máxima expresión de la palabra.

Más tarde, tras destacar en diversas competiciones náuticas regionales, dio el salto al hockey. La campeona atlética y de esquí, compatibilizándolo con su puesto de profesora de Juegos y Deportes, se convirtió en el as nacional del deporte femenino, sobre todo tras ganar varias pruebas internacionales. En esos años, Margot no perdió el tiempo y fue capaz de lograr campeonatos de España en todas las disciplinas. En hockey, lo hizo gracias a su equipo, el Athletic Club de Madrid, donde ejercía, además de capitán, de defensa central; se convirtió en campeona nacional en 1934, 1935 y 1936, tras haberse proclamado anteriormente campeona de Castilla. En dichos títulos, Margot fue la pieza clave, no solo defendiendo, sino también atacando y anotando algunos de los goles decisivos, como el que marcó en el último minuto de la final de 1935. El mismo año en que se produjo su debut internacional en esta disciplina. Margot, titular indiscutible de la selección española desde el primer partido gracias a sus cortes prodigiosos, aportó toda su experiencia desde la zaga en aquellos históricos encuentros.

1936 fue el año de la culminación deportiva de Margot Moles, pues se convirtió en la primera campeona de España de esquí en competición oficial —hasta ese momento se habían celebrado competiciones nacionales oficiosas, las cuales también había ganado ella—. Asimismo, logró su clasificación para los Juegos Olímpicos de Berlín en las modalidades de atletismo y hockey. En esta última disciplina tras lograr el equipo nacional el tercer puesto en el torneo preolímpico celebrado en la propia capital germana.

Esa estancia en Alemania fue la segunda de Margot en pocos meses, ya que en febrero acudió a Garmisch-Partenkischen para disputar los Juegos Olímpicos de Invierno. Margot, junto a su compañera de club, Ernestina Maenza, se convirtió en la primera mujer en representar a España. Lo hizo en la prueba combinada, compuesta por descenso y slalom. En el primero sufrió una caída que la precipitó a un riachuelo, aunque se rehízo y volvió a la pista para caer dos veces más antes de llegar a meta. Tras su accidentado descenso, no tuvo fuerzas para competir al día siguiente en el slalom. A pesar de ello, tuvo el privilegio de ser la primera española en acudir a dicha cita olímpica. Y ese hecho, la aupó aún más en su conquista social.

En aquel momento todo era felicidad para ella y su marido, aunque, como bien sabemos, unos meses después todo cambió para la pareja tras producirse un giro completo en sus vidas. Tras la brutal muerte de Manuel Pina, Margot, imposibilitada para cualquier cargo deportivo, tuvo que sobrevivir en el Madrid de posguerra confeccionando trajes de punto y jerséis para salir adelante junto a su hija. A ese oficio le dedicó día y noche, durmiendo apenas unas horas. Solo volvió a aparecer públicamente en 1981, cuando se rindió un homenaje a las pioneras del deporte español. Poco después se le diagnosticó un cáncer de pecho, y aunque salió con éxito de la operación, recayó años más tarde. La fortaleza de Margot no pudo con el tumor y murió el 19 de agosto de 1987.

En ese homenaje de 1981 estuvo con ella la deportista que se adelantó a su época, su intima amiga Aurora Villa, que, durante los años treinta, también destacó en diferentes especialidades mas allá del atletismo.

Aurora Villa Olmedo nació en Madrid el 16 de octubre de 1913, en el seno de una familia de arraigada tradición musical y con un círculo de amistades donde estaban los grandes genios musicales de la época: Joaquín Turina y Pablo Casals.

A partir de 1926, en base a la educación del Instituto Escuela, Aurora comenzó a destacar en el deporte, especialmente al aire libre y en la montaña de Peñalara. Allí despuntó en excursionismo, esquí, natación y piragüismo —llamado por entonces canotaje—.

Ella fue cinco veces campeona de España de atletismo, pero disfrutaba más en las excursiones, la montaña, la nieve, los ríos o las lagunas. Desde 1930 le unía cierta amistad con Cesar García Agosti, reconocido deportista —esquiador y nadador— y apasionado de la naturaleza. Muy pronto entablaron una relación amorosa y a partir de entonces, sin ser su entrenador, Cesar le guió en las técnicas deportivas de ambos deportes. Aurora consiguió de esa manera despuntar en las pruebas nacionales, alzándose con diversos campeonatos de Castilla y con varios subcampeonatos de España de esquí —detrás de Margot Moles— y de natación —detrás de Carmen Soriano—.

En el verano de 1933 se produjo su incorporación a la Universidad de Madrid. Y durante la carrera de Medicina, creó dentro del colectivo de la Federación Universitaria Escolar diversas secciones deportivas para la mujer. Además, la vida universitaria le abrió las puertas de nuevos deportes. Allí comenzó a jugar a los novedosos balonmano y baloncesto, convirtiéndose nuevamente en pionera de una especialidad deportiva en España. Aurora se encargó de formar y liderar el equipo de Medicina, en el que destacó como máxima goleadora de la competición de handball.

En el baloncesto también destacó entre los círculos universitarios, pues aún no existían competiciones federativas en Castilla —comenzaron en 1935—, por lo que fue seleccionada para viajar hasta la capital portuguesa con el propósito de jugar un partido internacional contra las jugadoras de la Universidad de Lisboa. Un encuentro que corroboró el progreso del deporte femenino español en los años treinta.

A pesar del amor que sentía por el deporte, Aurora prefirió estudiar Medicina, rechazando seguir en la rama de Educación Física —era profesora de Juegos y Deportes—. Sin embargo no quiso que el deporte femenino en Madrid se estancara. Por eso también fue una de las fundadoras del Club Femenino de Deportes, una entidad creada en 1935 y construida a semejanza del Club Femení i d´Esports de Barcelona que veremos en el próximo artículo.

Tras la guerra formó parte del Atlético de Madrid y del equipo del Sindicato Español Universitario —donde también fue monitora—, compitiendo en las modalidades de hockey y balonmano respectivamente. Aunque lo hizo brevemente, a principio de los años cuarenta, pues tras formarse durante años en Gran Bretaña desarrolló con gran maestría la Oftalmología, profesión que ejerció con auténtica devoción hasta los 84 años. Cinco años después, el 9 de noviembre de 2002, dejó para siempre esta vida, aunque no su legado, que pervivirá para siempre en el deporte español.

 


Entradas recientes
bottom of page